martes, 28 de abril de 2015

A PRIORI


    Érase una vez, en un claro del bosque junto a un riachuelo de agua fresca, varias madrastras que habían decidido abandonar sus cuentos. Sentadas bajo un manzano, se ofrecían unas a otras los dulces frutos riéndose de los viejos tiempos. Todas habían conseguido personaje en nuevas historias y viéndolas así, entre sus nuevas páginas, nadie hubiera dicho quienes habían sido. Poetisas, navegantes, abuelas sabias y regias reinas, musas, prostitutas, valientes guerreras, tiernas madres, las madrastras surgieron libres, tuvieron voz y nombres. Una vez rotos los renglones de los que eran prisioneras, reyes y princesas perdieron credibilidad, inocencia y bondades.

Maria Fraile

Relato ganador de la semana del 9 de Mayo en Wonderland RNE4. A continuación, el enlace del programa. A partir del minuto 24 podéis escuchar su lectura y los comentarios sobre el cuento hechos por el director de la Escuela de Escritura de l'Ateneu Barcelonés.
http://www.rtve.es/alacarta/audios/wonderland/ 

jueves, 23 de abril de 2015

TRAS EL MONZÓN


-Mihijita, este parto se le ha adelantado diez años y no dos meses- me dijo la mujer limpiando a la recién nacida. La vieja me había recogido al borde del camino, jadeante y confusa, cuando regresaba de Quiapo. Estábamos en plena estación húmeda y el agua golpeaba tan fuerte el tejado que no podría decir si era la anciana o la lluvia la que me hablaba. Al amainar la tormenta me desperté de nuevo en el sendero, el vientre ingenuo, el pecho ligero, los años dispuestos ante mí como peldaños. Mis ojos llenos de lluvia dejaban caer lágrimas de barro.

Maria Fraile

viernes, 17 de abril de 2015

ESPAÑOLES POR ESPAÑA

  Hay un nuevo mendigo abriendo la puerta del Corte Inglés. Al verme pasar me pide algo para comer, una monedita, lo que pueda. Desvío la mirada, por costumbre, debe pensar que nos quejamos de vicio. Entro en los grandes almacenes buscando calor y me meto en uno de los probadores con intención de echar una cabezada. El frío de Madrid me ha vuelto insomne. El hambre tampoco ayuda. Este invierno ya he quemado los muebles y los libros y ayer puse en la estufa fotos, cartas y mi tìtulo universitario, ese que me iba a solucionar la vida. No sé qué voy a hacer, queda mucho invierno por delante y me juego el cuello a que el mendigo de la puerta tiene algún Master en Técnicas de venta y no va a ser fácil hacerle compartir negocio.
 
Maria Fraile

martes, 14 de abril de 2015

SYBILLA

 
   A mi abuela le diagnosticaron una úlcera profunda como un cráter. Le dijeron que sería así para el resto de su vida, que debía aceptarlo, que no llorase, que no era mortal, tan solo fastidioso. Tras el disgusto inicial por tener que asumir que las penas, en realidad, no habían tenido nada que ver con aquel dolor de estómago punzante y cruel, del hueco en sus vísceras surgió una amistad profunda y sincera.
Mi abuela puso un nombre a su úlcera, Sybilla la llamó, y se convirtieron en inseparables. Cocinaba platos especiales para su nueva amiga, especiados, obscenos, que regaba con caldos añejos llenos de sabores que nada tenían que ver con la uva. Se la llevó de vacaciones y a todos los acontecimientos familiares. Estaba tan contenta de sentirse acompañada que ya no hablaba de mi abuelo, ni rezaba, ni amenazaba con morirse sola en cualquier rincón.
Un día, las dos nos reunieron a toda la familia y se declararon en bancarrota.
Mi tía Maritere tuvo que llevárselas a vivir a Valladolid a un apartamento vetusto y estrecho y les impuso una austeridad insoportable para Sybilla. La llaga abandonò a mi abuela a los seis meses exactos de empezar a vivir con mi tía. Los dolores desparecieron y el médico aseguraba que de la úlcera solo quedaba una pequeña cicatriz pero mi abuela no mejoró, triste, sin sus dolores y sin sus excesos, murió al año siguiente en un perfecto estado de salud.

Maria Fraile

miércoles, 8 de abril de 2015

LA CASA ENCANTADA

   Lo peor que le podía pasar tras la ruptura con Inés es que al hacer las maletas, ella olvidara su perfume. No habría sido lo mismo cualquier objeto, qué se yo, uno de sus bolsos con tantas cosas inútiles e imprescindibles dentro, su cepillo de dientes o alguna otra reliquia que hablara de su amor muerto. 
No, ella se fue dejando su maldito perfume, no el bote, no, sino un olor que caía gota a gota sobre las sillas, la cama, sobre las camisas y las visitas. El aroma de Inés se quedó en la casa, como un fantasma, como un reproche, como la promesa de que ninguna otra vida sería posible sin ella.

Maria Fraile