Debo decidir. Eso es lo que espera de mí ese punto de interrogación
que me apunta como un Thompson con el cargador lleno en un callejón sin
salida. Al otro lado del cañón, Lupita con los labios abiertos aún
calientes. Me mira con aire de gánster. Espera que decida. Y si fuera
por mi, yo sembraría sin falta mañana el maíz, las noches han empezado a
templar y el viento trae buenas noticias. Eso es lo que yo decidiría,
Lupita. Pero ella espera saber si saltamos al rio y pasamos y si es buen
momento para cruzar fronteras.