sábado, 29 de julio de 2017

LA CASA DEL CRUCE

   La puerta del camposanto gimió como becerro recién parido, la última vez que se abrió fue hace tres años cuando vinieron a enterrar a Juana. Estuvieron dos horas antes de encontrarle un sitio bajo los brezos, algunos dudaban de que fuera el cementerio aquella tierra llena de malas hierbas y sin muertos aparentes. Y es que aquí nadie viene a visitar a los suyos, los entierran como si fueran de otros. Por eso, los muertos en este pueblo están más muertos que cualquier otro difunto, porque pasan al olvido antes de morirse. Yo ni siquiera les dije que Juana no era de por aquí, que era de por allí arriba, de detrás del cerro pero que se había ido a vivir a la casa del cruce porque la señora Faustina nunca volvió de las eras y era un desperdicio abandonar una casa sin goteras. Tampoco les dije que era Juana a la que enterraban, allá ellos si ni siquiera conocían ya a su propia madre o a su pariente, quién sabe. Por no decir, no dije que no estaba muerta. Los inviernos son recios por aquí y ya no tengo edad para andar cambiando tejas.

Relato finalista en el VI Concurso de Microrrelatos "El Roblón". http://asociacionfelixdemartino.blogspot.com.es/p/vi-concurso-relatos-el-roblon.html

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