La
primavera desbordaba por las ventanas antes incluso de que el
despertador anunciara el comienzo de un nuevo día.
Agustín, incapaz de
levantarse, hiperventilaba para sobrellevar los trinos que llegaban
desde el patio. La primavera desbordaba por los tejidos sintéticos
de las faldas de su mujer y por los granitos apocalípticos de
Martita, su hija menor. Ciruelilla, su fox terrier era la primavera
hecha perro y de las macetas llenas de tierra estéril empezaban a
surgir plántulas sin nombre ni futuro. Agustín ya no podía más
de la traslación de este maldito planeta, todos los años
perdía determinación en abril y se quedaba sin fuerzas. Sin ganas.
Y ya se veía otro año
más a girar alrededor del sol con su amante encima y también con el
amante de su mujer, con la duda de si su hija era de su amigo Tomás
o de su cuñado Pedro y
sin cambiar de una vez por todas el fox terrier por un siamés o por
una pareja de canarios.
Ilustracion de la princesa ilustradora (blogger).
¡Qué bien! Volver a leerte. Me alegro de que esa primavera que te tenía apartada haya pasado. Es un relato que hace pensar, y me gusta. No lo dejes.
ResponderEliminarGracias, Ximens! son las impresiones que provocan nuestras letras las que dan impulso a nuestra imaginación. Un abrazo!
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