Tengo el ficus del
salón lleno de elfos, minúsculos y verdes como pulgones. Se trata
de una familia, bastante numerosa, por cierto, que vivía en el
bosque anexo a la zona residencial antes de que llegaran los de la
promotora. Yo no puedo quejarme, a los alemanes del tercero les ha
tocado un joven unicornio que tiene hartos a los del segundo con
tanto trote por los pasillos. Y luego el dichoso cuerno, que es un
peligro.
En las reuniones de la
mancomunidad se ha decidido no informar a nadie de la existencia de
estas criaturas, al fin y al cabo el bosque milenario, que arrasaron
en tres mañanas para construir nuestras viviendas ecosostenibles,
era su hogar. Muchos murieron bajo la maquinaria o durante el éxodo
y algunos deprimen, melancólicos frente a la tele. Otros, como el
cíclope o la ninfa, han encontrado un trabajillo y hay quien como la
hija de mis elfos, ha decidido dejar el ficus familiar y se ha
mudado, sola, a la macetita de la entrada –Es otra cultura – le
digo al padre elfo durante el aperitivo –Y no todo es negativo, ya
verás cuando en invierno enciendan la calefacción central. –
María Fraile
Relato finalista en el IV Concurso de Microrrelatos "Leonardo Barrada"http://asociacionfelixdemartino.blogspot.com.es/p/concurso-de-relatos_29.html
(Ilustración de Jean-Baptiste Monge)
Simpatiquísimo relato.
ResponderEliminarHoy, me pondré las gafas cuando riegue las plantas, acostumbro a hacerlo sin ellas; no quiero volver a perderme alguna posible historia.
Gracias, Luz...espero impaciente que me las cuentes!
ResponderEliminarExcelente, María. Un relato lleno de encanto e ingenio.
ResponderEliminarGracias, Yolanda! Un honor tenerte por aquí y un honor haber compartido contigo final...Enhorabuena! Un abrazo
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