jueves, 18 de junio de 2015

NUESTRA CANCIÓN


    
   El adagio, con su sol menor, suena a las seis en punto, mientras amanece. Sus notas se demoran perezosas en el pentagrama, a tempo lento, como yo, entre su música y las sábanas. Diez minutos más tarde el adagio sigue sonando, lo tarareo, me lo llevo a la ducha, me ato los zapatos con sus cuerdas y vamos juntos al trabajo. No consigo dejarle en casa. Conmigo al pincho, a clase de zumba, al vestuario con el monitor y a la cama. Me acosa a todas horas, no me deja pensar, ni vivir, ni escuchar mis gritos suplicándole el silencio.

María Fraile

4 comentarios:

  1. Como se suele decir Maria, es el mal de la música pegadiza.

    Buen juego de palabras. Me gustó.

    Saludos.

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    1. Gracias, Alfonso...hay músicas hermosas que pueden convertirse en una tortura!! Un abrazo!

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  2. Un relato de hilar fino, sutil, en el que el lector debe detectar que sigue enamorada que aquél con el que compartía canción, por mucho que ahora tenga otras relaciones. Felicidades.

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    1. No se te puede esconder nada, maestro Ximens! Un abrazo!

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