martes, 13 de enero de 2015

EL ORÁCULO


    Las entrañas del gallo delataban el futuro del valiente que no pestañeaba ante la descripción de su propia muerte. El mismo adivino, frente al crepitar del fuego, temblaba de miedo al visualizar la escena. Nunca había visto a los dioses ensañarse de esa manera con un guerrero.
El hombre respiró profundamente deseando no encontrar aire, se acercó a la oreja del sabio y le dijo:
-Nuestros destinos se invierten. Hoy soy yo quién va a hacer una predicción, viejo. Serán nuestras deidades las que morirán una a una, negadas, en una orgía de sangre. Nunca habrás visto a hombres ensañarse de esa manera con unos dioses. Tiembla por ellos y no por mí, anciano.
La carne corrupta del animal despedía un olor fétido y dulzón. El gallo, la mirada fija en el cielo, no era más que un amasijo amorfo e inútil de vísceras.

María Fraile

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