El documental sobre osos me vino de
repente a la cabeza cuando encontré a aquel hombre en mi cocina
dispuesto a beberse una cerveza. Me acuerdo que en el reportaje el
narrador decía, con el mismo tono con el que se pide medio quilo de
mandarinas, que en caso de estar delante de un grizzly lo suyo era
permanecer inmóvil hasta que el animal se fuera. Sin todos esos
conocimientos prácticos sobre úrsidos, me habría quedado
paralizada igual, porque el hecho era que un extraño, semidesnudo, estaba frente a
mi nevera. Al girarse, deleitándose ya con la
rubia en los labios, él también se quedó pasmado al verme y a cámara
lenta llevó el botellín hasta la altura del pecho como si fuera un
escudo, o una promesa.
-No me hagas daño- me dijo sollozando
y temblando.
-BUUUUUUH- dije agitando los brazos y
pensando en la suerte que el tipo tenía de que yo solo fuera un
fantasma asustado en mitad de la noche. Si yo hubiera sido un oso,
estaría muerto de un zarpazo.
María Fraile
(Relato publicado en el número tres de la revista literaria Visor http://issuu.com/visorliteraria/docs/revista_literaria_visor_-_n___3)
(Relato publicado en el número tres de la revista literaria Visor http://issuu.com/visorliteraria/docs/revista_literaria_visor_-_n___3)
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