Hace tres buenas horas que el
joven está sentado contemplando la mesa de formica de la cocina. Si
uno está de humor puede creerse frente a un espejo de agua que le
ignora. La tortura del pobre Narciso -se dice- mientras sigue
haciendo planes sentado en la orilla de aquella mesa.
No sabe si una
carta resultará muy formal, tampoco conoce cuales son sus flores
preferidas -Es bella, bellísima, es la Belleza misma-
El joven está enamorado como nunca lo
había estado en sus setenta años de vida. Se siente torpe, como si
el acné brotara de los surcos de su frente, así de torpe.
Su pulso se acelera, a pesar de las
pastillas, cuando piensa en ella. El cardiólogo cree que es una
cuestión de dosis -Qué poco sabe del corazón el pobre chico tras
once años de estudios y tres generaciones de médicos a sus
espaldas- afirma desde la condescendencia de los años.
El boticario le ha inscrito a unas
jornadas para la detección precoz de la demencia senil al oirle
balbucear incoherencias frente a la hermosa dama. Y es que tuvo que
improvisar en el mostrador de la farmacia lo que tantas veces había
hecho en la barra de cualquier bar. Y no estuvo tan mal porque ahora
ella le saluda cuando se cruzan por el barrio.
Taquicardia, sudoración, tartamudeo,
insomnio, falta de apetito, pérdida de concentración. Ya se sabe,
el Amor. Pero a su edad todos se empeñan en curárselo como si
estuviera enfermo.
María Fraile
Bello !!!
ResponderEliminarMuchas gracias Hilda, saludos!
EliminarMe encantan tus cuentos María, gracias por compartirlos!!!
ResponderEliminarGracias a tí Belkys por hacerlos vivir con tus lecturas. Abrazos.
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