sábado, 3 de enero de 2015

ERROR DE DIAGNÓSTICO


    Hace tres buenas horas que el joven está sentado contemplando la mesa de formica de la cocina. Si uno está de humor puede creerse frente a un espejo de agua que le ignora. La tortura del pobre Narciso -se dice- mientras sigue haciendo planes sentado en la orilla de aquella mesa. 
No sabe si una carta resultará muy formal, tampoco conoce cuales son sus flores preferidas -Es bella, bellísima, es la Belleza misma-
El joven está enamorado como nunca lo había estado en sus setenta años de vida. Se siente torpe, como si el acné brotara de los surcos de su frente, así de torpe.
Su pulso se acelera, a pesar de las pastillas, cuando piensa en ella. El cardiólogo cree que es una cuestión de dosis -Qué poco sabe del corazón el pobre chico tras once años de estudios y tres generaciones de médicos a sus espaldas- afirma desde la condescendencia de los años.
El boticario le ha inscrito a unas jornadas para la detección precoz de la demencia senil al oirle balbucear incoherencias frente a la hermosa dama. Y es que tuvo que improvisar en el mostrador de la farmacia lo que tantas veces había hecho en la barra de cualquier bar. Y no estuvo tan mal porque ahora ella le saluda cuando se cruzan por el barrio.
Taquicardia, sudoración, tartamudeo, insomnio, falta de apetito, pérdida de concentración. Ya se sabe, el Amor. Pero a su edad todos se empeñan en curárselo como si estuviera enfermo.

María Fraile

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