domingo, 31 de mayo de 2015

SIN PALABRAS



    

   La palabra no acababa de salir. Doña Amalia, que había vuelto al crucigrama para olvidarse de que el estofado se había ido al carajo, mordía con fuerza el boli para ver si el bic confesaba el maldito vocablo.
Ella siempre había sido más de números pero la médica le dijo en tono tajante – Mire, Doña Amalia, si sigue usted tragándose las palabras, se nos va a poner enferma--
Y sin saber qué hacer con ese bloque amorfo, sin principio ni fin, que le llegaba ya hasta el cuello y que ni los merengues le permitía tragar sin dolor, se dijo que los crucigramas quizás podrían quitarle algo de peso. Y así fue. «ánade, Po, Titan, sibilino, boj, aladro, ñandú» fuera. Luego fue a la tienda de José «usurero, mercachifle, cacique, sanguijuela, ladrón” fuera. Su hija, su hermana, sus amigos, su dios, su propia sombra se encontraron con montañas de palabras a las puertas de sus bocas. Doña Amalia se desahogaba. Poco a poco solo le fueron quedando las expresiones vetustas, los diminutivos pequeñísimos y algunos susurros escondidos desde hacía años entre tanto ruido. Pero poco podía hacer la Doña con los restos, no le llegaban ni para maldecir un estofado y por más que buscaba no encontraba las palabras por ningún lado. Entonces se acordó de que ella, al fin y al cabo, siempre había sido más de números y empezó a contar despacito hasta que el disgusto se le pasara.

María Fraile

2 comentarios:

  1. Me gusta Doña Amalia, será por qué yo también soy mas de números que de letras

    Lo tuyo Maria, desde luego son las letras, pues sabes juntarlas como nadie.

    Un saludo.

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  2. Pues para ser de números, Alfonso, manejas con maestría las palabras!! Gracias por dejarme tu comentario...Un abrazo!

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